Supongo que a quien más y a quien menos, le habrá sucedido. En la vida moderna rodeada de máquinas (There is no hope in modern life) nos tenemos que enfrentar con ciertas cosas, y una de ellas es la de llamar a cierta compañía con la que uno tiene algo contratado para realizar gestiones. El summun del surrealismo llega cuando, efectivamente, debes enfrentarte a una situación como la descrita. Debes llamar a la compañía de la luz porque, sin remedio, debes indicarles la necesidad de efectuar un cambio en el contrato, "invisible" a pesar de estar escrito en algún papel, que os une como un matrimonio de conveniencia cualquiera.
La cosa es que descuelgas el teléfono. Marcas. De repente aparece una voz, que resulta cada vez más humanizada, y que te empieza a pedir datos. "Buenas tardes" -ya saben que es por la tarde o por la mañana, todo un avance tecnológico- "Le agradecemos que se ponga en contacto con nosotros", continúa. "La verdad es que se me ocurren mil cosas que hacer antes que llamarte. Lo hago porque no me queda más remedio", pienso. La retahíla de buenos deseos continúa. "Estamos aquí, las 24 horas, los 365 días, para atenderle..." Después, da comienzo la solicitud de datos personales para identificarte: Número de contrato, apellidos... En fin, dos minutos de reloj contabilizados para dar forma a tu persona, antes tan invisible como el contrato que te une a "ellos". Pura realidad. Por fin, cuando has dejado de ser un número y un montón de letras, cuando estás completamente identificado, y cuando decides con qué departamento quieres hablar, te dicen: "Le pasamos con un operador, espere por favor". Ohhh, entonces una música que aplaca las fieras suena. "Tin, tiro ri, tin, tiro ro... Lamentamos comunicarle que, en este momento no hay disponible ningún operador que pueda atenderle, le rogamos que vuelva a intentarlo pasados unos minutos". Y, tan de repente como todo pasa en la vida, te cuelgan. Ti Ti Ti. Tu cara es la cara que describe la palabra GILIPOLLAS. Así te quedas, con un palmo en las narices. En fin, pasados unos minutos vuelves a intentarlo. Todo se repite como si del eterno retorno renaciera la historia pergeñada por Nietzsche. Todo sucede una vez más. El Tin, tiro ri, la solicitud de datos, y el Ti Ti Ti... apagando la conversación que mantuviste con una máquina dulcificada y trasvestida en humano: "Lamentamos comunicarle que, en este momento no hay disponible ningún operador que pueda atenderle, le rogamos que vuelva a intentarlo pasados unos minutos". Y no te queda ni el consuelo de poder decirle a alguien: VETE A TOMAR POR CULO, HIJO DE PUTA.
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